Friedrich Wilhelm Nietzsche

En torno a Nietzsche

Vídeo de Nietzsche, de dudosa autenticidad

La autenticidad de esta filmación (de 1 minuto y 17 segundos de duración) ha sido puesta en entredicho, pese al notable parecido del personaje filmado con el Nietszche de los últimos días de su vida. Vídeo publicado en You Tube.


1) La relación con Lou Salomé

Carta a Peter Gast, Tautenburg, 13 de julio de 1882

El tema de las relaciones personales entre Lou Salomé (1861-1937), ( Lou Andreas-Salomé, tras su matrimonio con F. Andreas), y Nietzsche es todavía motivo de controversia y, en buena medida, permanece sin aclarar. Lou, que también entabló amistad con otros personajes destacados de su época, como R.M. Rilke y S. Freud, y que llegó a ser una destacada escritora y feminista, conoció a Nietzsche en Roma, en 1882, entablándose una intensa amistad entre ambos, (compartida con la amistad común con Paul Rée), que duraría hasta 1883 y cuyo auténtico calado desconocemos. De la correspondencia de Nietzsche hemos seleccionado una carta dirigida a Lou y algunos fragmentos de otras que se refieren a ella, y que nos permiten hacernos una idea de la evolución de la relación entre ambos desde la perspectiva del filósofo.

Lou Salomé

"...La poesía "Al dolor" no es mía, y cuenta entre las cosas que ejercen un poder absoluto sobre mí. Todavía no he podido leerla sin lágrimas; resuena como una voz a la que he estado esperando y esperando desde mi niñez. Esta poseía es de mi amiga Lou, de la que Vd. todavía no habrá oído hablar. Lou es hija de un general ruso y tiene veinte años; es aguda como un águila y valerosa como un león, y, a la vez, un ser muy femenino y juvenil, que quizá no viva largo tiempo. Debo su conocimiento a Malwida von Meysenbug y a Rée. Ahora está en casa de Rée de visita, después de Bayreuth vendrá aquí, a Tautenburg, y en otoño iremos juntos a Viena. Está preparada de la manera más asombrosa para mi modo de pensar y la especie de mi pensamiento.

Mí querido amigo, Vd. nos hará a ambos el honor de apartar de nuestra relación la idea de una relación amorosa. Somos amigos y esta muchacha y su confianza serán sagradas para mí. Por lo demás, tiene un carácter increíblemente seguro, y sabe perfectamente lo que quiere, sin preguntar al mundo ni preocuparse por él. Esto para Vd. y para nadie más. Sería, empero, muy hermoso si Vd. fuera también a Viena."

Carta a Lou, Tautenburg, julio de 1882

"¡El cielo se ha despejado sobre mí! Ayer al mediodía hubiera podido decirse que era mi cumpleaños. Vd. me envió su respuesta afirmativa, el más hermoso regalo que nadie hubiera podido hacerme, mi hermana me mandó cerezas, Teubner los tres primeros pliegos impresos de mi "Gaya ciencia", y para rematar todo ello acababa de terminar la parte última del manuscrito y con ello la obra de seis años (1876-1882), toda mi "espiritualidad libre". ¡Qué años! ¡Qué tormentos de toda especie, qué soledades y qué hastío de la vida! Y contra todo ello, casi contra la vida y la muerte, me he compuesto ésta mi medicina, éstos mis pensamientos con sus pequeñas, pequeñas franjas de cielo despejado sobre sí. ¡Ay, mi querida amiga! Cuantas veces pienso en todo ello, me siento trastornado y emocionado, y no sé cómo todo ha podido lograrse. Compasión por mí mismo y el sentimiento del triunfador me inundan por completo. Es, en efecto, un triunfo y un triunfo completo, ya que hasta la salud del cuerpo -yo no sé de dónde- ha salido de nuevo a luz, y todo el mundo me dice que parezco más joven que nunca. ¡El cielo me proteja de locuras! Pero, a partir de ahora, en que Vd. me va a aconsejar, estaré bien asesorado y no tengo que abrigar temor alguno.

Por lo que al invierno se refiere, he pensado seria y exclusivamente en Viena; los planes para el invierno de mi hermana son completamente independientes de los míos, y no hay en ellos ninguna intención oculta. El sur de Europa me ha desaparecido del pensamiento. No quiero estar más solo, y quiero aprender de nuevo a ser hombre. ¡Ay, aquí me queda todavía casi todo que aprender!
Reciba Vd. mi agradecimiento, querida amiga. Todo resultará bien, como Vd. ha dicho. Mis más cordiales recuerdos a nuestro Rée."

Carta a Malwida Von Meysenbug, Tautenburg, 22 de julio de 1882

"... Lou está ahora unida a mí por una firme amistad, tan firme como una amistad puede establecerse en la tierra; desde hace largo tiempo no he hecho mejor adquisición. Estoy, de veras, extraordinariamente agradecido a Vd. y a Rée por haberme prestado aquí su ayuda. Este año, que representa una nueva crisis en muchos aspectos principales de mi vida -"época" es la palabra exacta, un estado intermedio entre dos crisis, una detrás y otra delante de mí - me ha sido grandemente embellecido por el resplandor y la gracia de esta alma joven, verdaderamente heroica. Deseo tener en ella una discípula y, si mi vida no se mantuviera a la larga, una heredera y alguien que siguiera pensando mi pensamiento.

Dicho sea de paso: Rée hubiera debido casarse con ella, a fin de evitar las múltiples dificultades de la situación de Lou, y yo, por mi parte, no hubiera dejado de animarle en este sentido."

Carta a Peter Gast, Tautenburg, 20 de agosto de 1882

"... Lou permanecerá todavía una semana conmigo. Es la más inteligente de las mujeres. Cada cinco días tenemos una pequeña escena trágica. Todo lo que le escribí a Vd. acerca de ella es necedad, probablemente también lo que acabo de escribirle."

Carta a Paul Rée, entre diciembre de 1882 y enero de 1883

"... Muchas cosas coinciden ahora para llevarme al borde de la desesperación. Y una de ellas es también, no quiero negárselo, mi desilusión con respecto a Lou Salomé. Un "extraño santo" como yo, que a todas sus demás cargas y forzadas renuncias ha añadido el peso de un ascetismo vountario, de un ascetismo del espíritu difícilmente comprensible, un hombre que no tiene a nadie que sepa acerca del fin de su vida, un hombre así pierde indeciblemente, cuando pierde la esperanza de haber encontrado un ser semejante que arrastra consigo una tragedia análoga y que dirige la vista hacia una solución también análoga.

Lo que Vd. me dice del carácter de L. S. es cierto, por muy doloroso que me sea el confesarlo. Tal como actualmente se presenta es aproximadamente la caricatura de lo que yo venero como ideal, y Vd. sabe bien que es en los ideales donde más agudamente se siente la ofensa.

Vd. me creerá si le digo que no se trata ni por asomo de un problema amoroso, ¿no es cierto? Y basta sobre este tema, que pertenece a los extravíos de su amigo Ulises. ¡Si, al menos, fuera más avisado! ¡O si alguien me aconsejara mejor! Pero un medio ciego vive demasiado en sus sueños, sus necesidades y... sus esperanzas..." (Carta a Malwida Von Meysenbug, Rapallo, finales de diciembre de 1882).

"Oiga Vd. cómo considero hoy la cosa. Se trata de una absoluta desdicha, y yo soy la víctima de ella. En la primavera creí que existía una persona en situación de ayudarme: para lo cual, desde luego, hace falta no sólo un buen intelecto, sino además una moralidad de la más alta especie. En lugar de esto, hemos descubierto una persona que quiere divertirse y que es lo suficientemente desvergonzada para creer que para ello le son adecuados los más excelentes espíritus de la tierra. El resultado de este equívoco es para mí, que hoy más que nunca carezco de los medios para encontrar una persona de la clase mencionada. Toda la dignidad del cometido de mi vida se ha hecho problemática, en efecto, por un ser tan superficial y tan frío como Lou.

¿Quién podía sospechar que sus frases "heroísmo", "lucha por un principio", su poesía "Al dolor", sus relatos de las luchas por el conocimiento no eran más que mentiras?
¿O es otra la verdad? La Lou de Orta era un ser distinto al que yo volví a encontrar más tarde: un ser sin ideales, sin objetivos, sin deberes... Ella me dijo a mí mismo que no tenía moral, y yo había creído que, al igual que yo, tenía una moral más rigurosa que la de cualquier otra persona. Y que ofrecía a su dios diariamente, de hora en hora, algo de sí en holocausto.

Por ahora lo único que veo es que su único deseo es el goce y la distracción. Y cuando pienso que en ello entran también los problemas de la moral, me invade, para decirlo suavemente, la indignación. Lou me ha tomado muy a mal que le negara el derecho a hablar de "heroísmo del conocimiento", pero debía ser sincera y decirse: "estoy a mundos de distancia de ello". En el heroísmo se trata de sacrificio y de deber, del deber de cada día y de cada hora, y además de mucho más: el alma entera tiene que estar penetrada de una cosa y ser indiferente frente a la vida y la felicidad. Es esta naturaleza la que yo creí ver en Lou..."

F. Nietzsche, "Correspondencia", ed. Aguilar, Madrid, 1951 (Según la versión de Felipe González Vicen)

2) La nueva imagen del pensamiento en Nietzsche, según la interpretación de Gilles Deleuze

"Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene este uso: denunciar la bajeza del pensamiento bajo todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones sea cual sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las víctimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo y afirmativo.

Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral o la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quién, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto? La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmixtificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean, la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que querrían, que respectivamente les prohíbe, aunque sólo sea por el qué dirán, ser todo lo estúpida y lo baja que cada una por su cuenta desearía. No les son permitidos ciertos excesos, pero ¿quién, excepto la filosofía, se los prohíbe? ¿quién les obliga a enmascararse, a adoptar aires nobles e inteligentes, aires de pensador? Ciertamente existe una mixtificación específicamente filosófica; la imagen dogmática del pensamiento y la caricatura de la crítica lo demuestran.

Pero la mixtificación de la filosofía empieza a partir del momento en que ésta renuncia a su papel... desmixtificador, y tiene en cuenta los poderes establecidos: cuando renuncia a detestar la estupidez, a denunciar la bajeza. Es cierto, dice Nietzsche, que actualmente los filósofos se han convertido en cometas. Pero desde Lucrecio hasta los filósofos del siglo XVIII debemos observar estos cometas, seguirlos todo lo posible, hallar su camino fantástico. Los filósofos-cometas supieron hacer del pluralismo un arte de pensar, un arte crítico. Supieron decir a los hombres lo que ocultaban su mala conciencia y su resentimiento. Supieron oponer a los valores y a los poderes establecidos aunque no fuera más que la imagen de un hombre libre. Después de Lucrecio ¿cómo es posible preguntar aún: para qué sirve la filosofía?

Es posible preguntarlo porque la imagen del filósofo está constantemente oscurecida. Se hace de él un sabio, él que es sólo un amigo de la sabiduría, amigo en un sentido ambiguo, es decir el anti-sabio, el que debe disfrazarse de sabiduría para sobrevivir. Se hace de él un amigo de la verdad, él que somete lo verdadero a la más dura prueba, de donde la verdad sale tan descuartizada como Dionysos: la prueba del sentido y del valor. La imagen del filósofo se oscurece debido a todos sus disfraces necesarios, pero también debido a todas las traiciones que hacen de él el filósofo de la religión, el filósofo del Estado, el coleccionista de los valores en curso, el funcionario de la historia. La imagen auténtica del filósofo no sobrevive al que durante un tiempo supo encarnarlo en su época. Debe recuperarse, reanimarse, debe hallar un nuevo campo de actividad en la época siguiente.

Si la labor crítica de la filosofía no se recupera activamente en cada época, la filosofía muere y con ella la imagen del filósofo, la imagen del hombre libre. La estupidez y la bajeza no cesan de formar nuevas alianzas. La estupidez y a bajeza son siempre las de nuestro tiempo, las de nuestros contemporáneos , nuestra estupidez y nuestra bajeza. A diferencia del concepto intemporal de error, la bajeza no se separa del tiempo, es decir del transporte del presente, de esta actualidad en la que se encarna y se mueve. Por eso la filosofía tiene con el tiempo una relación esencial: siempre contra su tiempo, crítico del mundo actual, el filósofo forma conceptos que no son ni eternos ni históricos, sino intempestivos e inactuales. La oposición en la que se realiza la filosofía es la de lo inactual con lo actual, de lo intempestivo con nuestro tiempo. Y lo intempestivo encierra verdades más duraderas que las verdades his tóricas y eternas reunidas: las verdades del porvenir.

Pensar activamente, es "actuar de una forma inactual, o sea contra el tiempo, y a partir de ahí incluso sobre el tiempo, en favor (así lo espero) de un tiempo futuro". La cadena de los filósofos no es la eterna cadena de los sabios, y menos aún el encadenamiento de la historia, sino una cadena rota, la sucesión de cometas, su discontinuidad y su repetición que no se refieren ni a la eternidad del cielo que atraviesan, ni a la historicidad de la tierra que sobrevuelan. No hay ninguna filosofía eterna, ni ninguna filosofía histórica. Tanto la eternidad como la historicidad de la filosofía se reducen a esto: la filosofía, siempre intempestiva, intempestiva en cada época.

Al colocar el pensamiento en el elemento del sentido y del valor, al hacer del pensamiento activo una crítica de la estupidez y de la bajeza, Nietzsche propone una nueva imagen del pensamiento. Y es que pensar no es nunca el ejercicio natural de una facultad. Nunca el pensamiento piensa sólo y por sí mismo; nunca tampoco viene simplemente turbado por fuerzas que serían siempre exteriores. Pensar depende de las fuerzas que se apoderan del pensamiento. Mientras nuestro pensamiento está ocupado por fuerzas reactivas, mientras halla su sentido en las fuerzas reactivas, hay que confesar que todavía no pensamos. Pensar designa la actividad del pensamiento; pero el pensamiento tiene sus propias formas de ser inactivo, y puede entregarse a ello totalmente y con todas sus fuerzas. Las ficciones por las que triunfan las fuerzas reactivas constituyen lo más bajo en el pensamiento, el modo en que permanece inactivo y se ocupa en no pensar.

Cuando Heidegger anuncia: todavía no pensamos, un origen de este tema se halla en Nietzsche. Esperamos las fuerzas capaces de hacer del pensamiento algo activo, absolutamente activo, el poder capaz de hacer del pensamiento una afirmación. Pensar, como actividad, es siempre una segunda potencia del pensamiento, no el ejercicio natural de una facultad, sino un acontecimiento extraordinario para el propio pensamiento. Pensar es una n°... potencia del pensamiento. Y debe ser elevado a esta potencia para que se convierta en "el ligero", "el afirmativo", "el danzante". Y jamás alcanzará esta potencia si algunas fuerzas no ejercen sobre él una violencia. Debe ejercerse una violencia sobre él en tanto que pensamiento, un poder debe obligarle a pensar, debe lanzarle hacia un devenir-activo. Esta coacción, este adiestramiento, es lo que Nietzsche llama "Cultura". La cultura, según Nietzsche, es esencialmente adiestramiento y selección. Expresa la violencia de las fuerzas que se apoderan del pensamiento para hacer de él algo activo, afirmativo. Sólo se entenderá este concepto de cultura si se captan todas las formas en que se opone al método. El método supone siempre una buena voluntad de pensador, "una decisión premeditada".

La cultura, al contrario, es una violencia sufrida por el pensamiento, una formación del pensamiento bajo la acción de fuerzas selectivas, un adiestramiento que pone en juego todo el inconsciente del pensador. Los griegos no hablaban de método, sino de paideia; sabían que el pensamiento no piensa a partir de una buena voluntad, sino en virtud de fuerzas que se ejercen sobre él para obligarlo a pensar. Incluso Platón distinguía lo que obliga a pensar y lo que deja el pensamiento inactivo; y en el mito de la caverna subordinaba la paideia a la violencia sufrida por un prisionero, sea para salir de la caverna, sea para volver a ella Nietzsche encuentra esta idea griega de una violencia selectiva de la cultura en los textos célebres: "Considérese nuestra antigua organización penal y se advertirán las dificultades que hay en la tierra para erigir un pueblo de pensadores.."; hasta los suplicios son necesarios. "Aprender a pensar: en nuestras escuelas se ha perdido completamente la noción..." "Por muy extraño que pueda parecer, todo lo que existe y ha existido sobre la tierra, referente a libertad, delicadeza, audacia, danza y magistral seguridad, sólo ha podido florecer bajo la tiranía de leyes arbitrarias".

Sin duda estos textos están llenos de ironía: el "pueblo de pensadores" del que habla Nietzsche, no es el pueblo griego, sino que resulta ser el pueblo alemán. Sin embargo, ¿dónde está la ironía? No en la idea de que el pensamiento sólo llega a pensar bajo la acción de fuerzas que lo violentan. No en la idea de la cultura como adiestramiento violento. La ironía aparece más bien en una duda sobre el devenir de la cultura. Se comienza como los griegos, se acaba como los alemanes. En varios textos raros Nietzsche aplica la decepción de Dionysos o de Ariana: Hallarse con un alemán cuando se deseaba un griego. La actividad genérica de la cultura tiene un objetivo final: formar al artista, al filósofo. Toda su violencia selectiva se halla al servicio de este fin; "Actualmente me ocupo de una especie de hombre para quien la teología lleva un poco más lejos que el bien de un Estado". Las principales actividades de las Iglesias y de los Estados constituyen más bien el largo martirologio de la propia cultura. Y cuando un Estado favorece la cultura "sólo la favorece para favorecerse a sí mismo y jamás concibe que haya un fin que sea superior a su bien y a su existencia".

Por otra parte, sin embargo, la confusión de la actividad cultural con el bien del Estado se basa en algo real. A cada instante la labor cultural de las fuerzas activas corre el peligro de ser desviada de su sentido: ocurre precisamente que pasa al provecho de las fuerzas reactivas. Ocurre que la Iglesia o el Estado toman por su cuenta esta violencia de la cultura para realizar sus propios fines. Ocurre que las fuerzas reactivas desvían esta violencia de la cultura, y la convierten en una fuerza reactiva, en un medio de entontecer todavía más, de rebajar el pensamiento. Ocurre que confunden la violencia de la cultura con su propia violencia, su propia fuerza . Nietzsche llama a este proceso "degeneración de la cultura". En qué medida es inevitable, en qué medida evitable, por qué razones y por qué medios, lo sabremos más adelante. Sea lo que sea respecto a ello, Nietzsche subraya así la ambivalencia de la cultura: de griega pasa a ser alemana...

Lo que equivale a decir una vez más hasta qué punto la nueva imagen del pensamiento implica relaciones de fuerzas extremadamente complejas. La teoría del pensamiento depende de una tipología de las fuerzas. Y aquí también la tipología empieza por topología. Pensar depende de ciertas coordenadas. Tenemos las verdades que merecemos según el lugar al que llevamos nuestra existencia, la hora en que velamos, el elemento que frecuentamos. No hay idea más falsa que la de que la verdad salga de un pozo. Sólo hallamos verdades allí donde están, a su hora y en su elemento. Cualquier verdad es verdad de un elemento de una hora y de un lugar: el minotauro no sale del laberinto.

No pensaremos hasta que no se nos obligue a ir allí donde están las verdades que dan que pensar, allí donde se ejercen las fuerzas que hacen del pensamiento algo activo y afirmativo. No un método sino una paideia, una formación, una cultura. El método en general es un medio para evitarnos ir a tal lugar, o para conservar la posibilidad de salir de él (el hilo del laberinto). "Y nosotros, nosotros os rogamos encarecidamente, ¡agarraos a ese hilo!" Nietzsche dice: tres anécdotas bastan para definir la vida de un pensador. Indudablemente una para el lugar, otra para la hora y otra para el elemento.

La anécdota es en la vida lo que el aforismo en el pensamiento: algo que interpretar. Empédocles y su volcán, ésta es una anécdota de pensador. Lo alto de las cimas y las cavernas, el laberinto; mediodía-medianoche; el elemento aéreo, alcioniano y también el elemento rarificado de lo subterráneo. A nosotros nos corresponde ir a los lugares más altos, a las horas extremas, donde viven y se alzan las verdades más elevadas, las más profundas. Los lugares del pensamiento son las zonas tropicales, frecuentadas por el hombre tropical. No las zonas templadas, ni el hombre moral, metódico o moderado".

Gilles Deleuze, "Nietzsche y la filosofía", ed. Anagrama, Barcelona, 1971. (Fragmento del capítulo III, 15: "Nueva imagen del pensamiento".)