Empédocles de Akragas

(- 495 a - 435)

Noticias recogidas por Diógenes Laercio sobre Empédocles

Empedocles, como dice Hipoboto, hijo de Metón, que lo era de otro Empedocles, fué Agrigentino. El mismo Hipoboto y Timeo, en el libro XV de sus Historias, dicen que Empedocles, abuelo del poeta, fué un varón insigne, y lo mismo atestigua Hermipo. No menos Heráclides, en el libro De las enfemedades, dice que su abuelo fué de una casa ilustre, y que criaba caballos. Igualmente Eratostenes, en sus Olimpiónicos, dice por testimonio de Aristóteles que el padre de Metón venció en la Olimpíada LXXI. Apolodoro, gramático, dice en sus Crónicas que era hijo de Metón; y Glauco asegura que se pasó á los Turios, colonia entonces recién fundada. Y más abajo dice que los que afirman que fugitivo de su casa se fué á Siracusa y militó con los Siracusanos contra los Atenienses, parece proceden con suma ignorancia, pues ó ya no vivía entonces ó era viejísimo. Lo cual no es verosímil, pues Aristóteles dice que él y Heráclito murieron de sesenta años, y el que venció á caballo en la Olimpiada LXXI tenía el mismo nombre. Así concuerda el tiempo Apolodoro.

Aristóteles en su Sofista dice que Empedocles fué inventor de la retórica, y Zenón, de la dialéctica. Y en el libro De poética llama Homérico á Empedocles, grave y vehemente en la frase y en las metáforas, y que usó de todas las figuras poéticas. Y que además de otros poemas escribió el Tránsito de Xerjes y un Proemio á Apolo, y que después lo quemó todo una hermana suya ó hija, como dice Jerónimo; el Proemio contra su voluntad; pero lo tocante á Persia lo quemó á sabiendas, por ser obra imperfecta. Dice asimismo que también escribió tragedias y asuntos de política. Pero Heraclides, hijo de Serapión, asegura que las tragedias son de otro Empedocles. Jerónimo dice haber visto cuarenta y tres suyas, y Neantes, que las escribió siendo joven y las halló después.

Sátiro escribe en las Vidas que también fué médico y orador excelente, y que fué discípulo suyo Gorgias Leontino, varón eminente en la retórica, el cual nos dejó un Arte de ella, y que, según escribe Apolodoro en sus Crónicas, vivió ciento nueve años. El mismo Sátiro refiere que Gorgias dijo había estado presente cuando Empedocles ejercitaba sus encantamientos. Y aun lo anuncia así él mismo en sus poesías.

Potamila dice que llama grande á Agrigento porque contenía 800.000 habitantes. Y así, como Empedocles los viese redundando en delicias, les dijo: Los agrigentinos se deleitan como si hubieran de morir mañana, y edifican casas como si hubieran de vivir siempre. Dicen que el rapsodista Cleomenes cantó en Olimpia sus Lustraciones; lo mismo confirma Favorino en sus Comentarios. Aristóteles escribe que fué libre y muy ajeno del mando, pues rehusó el reino que se le daba (como lo dice Janto en sus escritos sobre Empedocles), teniendo su frugalidad en mayor estima. Esto mismo refiere Timeo, poniendo también la causa de haber sido hombre tan popular y republicano. Dice que habiéndolo convidado uno de los magnates, sacaron de beber antes que la comida, y como los demás callasen, él no lo sufrió, sino que mandó sacarla; pero el convidador le dijo que estaba esperando al Ministro del Senado. Luego que éste vino, fué hecho principal del convite, constituyéndolo así el convidante, y aparentando con ello una imagen de tiranía, pues mandaba al convidado ó que bebiese, ó que se le vertiese la bebida en la cabeza. Calló entonces Empedocles; pero al día siguiente juntó Senado y condenó á los dos, quitando la vida al convidante y al príncipe del convite. Este fué el principio de haber entrado en el gobierno de la república.

Acerca de su muerte hay variedad de opiniones. Heraclides, tratando de la mujer que no respiraba, y de la celebridad que consiguió Empédocles con haber restituido la vida á una difunta, dice que ofreció sacrificio junto á la quinta de Pisianacte, convidando algunos de sus amigos, y Pausanias entre ellos. Concluido el convite unos se volvieron, otros ce acostaron bajo de los árboles vecinos, y otros en otras partes; pero él se quedó en el sitio mismo donde había cenado. Venida la mañana, levantándose todos sólo él no fué hallado. Hecha pesquisa, examinados los criados y familiares, y respondido que nada sabían, hubo uno que dijo que á medianoche había oído una gran voz que había llamado á Empedocles, y que, habiéndose levantado, había visto una luz celeste, luminarias de teas, y nada más. Hallándose todos atónitos con lo sucedido, bajó Pausanias para enviar algunos que lo buscasen; pero luego fué prohibido hacer más diligencias y dijo: Que el suceso era muy conforme y consiguiente para ruegos; así, que convenía hacerle sacrificios como que ya era dios.

Que habiendo acometido á los Selinuncios un contagio de peste por el hecho de un río cercano corrompido, de modo que no sólo morían, sino que también se les dificultaban los partos á las mujeres, discurrió Empedocles conducir á él á costa suya dos de los ríos más inmediatos, con cuya mezcla se endulzaron las aguas. Cesada la peste y hallándose los Selinuncios banqueteando á las orillas del río, apareció allí Empedocles; y ellos, levantándose, lo adoraron como á dios y le ofrecieron sus votos. Así, queriendo confirmar esta opinión, se arrojó al fuego. Pero Timeo contradice á esto, diciendo abiertamente cómo Empedocles se retiró al Peloponeso y ya no volvió; por cuya razón es incierta su muerte. A Heráclides le contradice ex profeso en el libro IV, por cuanto Pitanacte dice fué Siracusano y no tuvo quinta alguna en Agrigento. Y que Pausanias le construyó una memoria como amigo; pues divulgada aquella fama, como era hombre rico, le hizo una estatua pequeña, ó bien una capilla como á dios. ¿Cómo se arrojaría al volcán quien, teniéndolo cercano, ninguna mención hizo de él? Así que murió en el Peloponeso.

Sus dogmas son éstos: Los elementos son cuatro: fuego, agua, tierra y aire; la Concordia con que se unen, y Discordia con que se separan, pues habla así:

Albo Jove, alma Juno, Pluto y Nestis,
que en llanto anega los humanos ojos.

Entiende por Jove el fuego, por Juno la tierra, por Plutón el aire, y por Nestis el agua; y dice que estos elementos alternan con perpetua vicisitud, se aquietan nunca, y este orden es eterno. Infiere, finalmente, que

La Concordia unas veces
Los amista y en uno los compone;
Otras, por el contrario, la Discordia
A todos los separa y enemista.

Dice que el sol es una gran masa de fuego y mayor que la luna. Que ésta es semejante á un disco; el cielo al cristal, y que el alma se viste de toda especie de animales y plantas; pues dice:

Muchacho fui, y muchacha, en otro tiempo;
Fuí planta, ave también, fuí pez marino.

Lo que escribió de Física y De las lustraciones, asciende á 5.000 versos; lo de medicina á 6.000. De sus tragedias ya hablamos más arriba.

Diógenes Laercio, "Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres", trad. José Ortiz y Sanz - Luís Navarro, editor, Madrid, 1887 - (Biblioteca Cervantes Virtual)